lunes, 21 de noviembre de 2011

60 días para decir lo que a nadie le importa. Sé que este mundo existe. Que estoy situado en él como mi ojo en su campo visual. Que hay en él algo problemático que llamamos su sentido. Que ese sentido no radica en él, sino fuera de él. Que la vida es el mundo. Que mi voluntad penetra el mundo. Que mi voluntad es buena o mala. Que bueno y malo dependen, por tanto, de algún modo del sentido de la vida. Que podemos llamar Dios al sentido de la vida, esto es, al sentido del mundo. Y conectar con ello la comparación de Dios con un padre. Pensar en el sentido de la vida es orar. (Ludwig Wittgenstein, Diario filosófico)

jueves, 11 de febrero de 2010

Dibujos

Acá puse algunos de mis dibujos de los últimos 10 años. Al igual que este Purgatorio, no son más que borradores que reclaman entidad. Algún día pasarán de ser proto ideas a algo que me guste más, por ahora son ensayos.

El link:
http://picasaweb.google.com/lsferreyra/Dibujos#

domingo, 29 de noviembre de 2009

Nueve años después, más o menos lo mismo...

No busco escribir palabras conexas, sólo nada, no, mejor, no nada, sino una cosa extraña que está entre algo y nada.
Es violencia contenida, pero no. Sigo pensando en el viejo con el saco raído que me espera a la vuelta de la vida, en Clemente diciéndome a mí mismo que no corra, que lo mejor para este tipo de circunstancias es la fe en lo irracional y un tecito de ruda macho.
No hay fantasías reales, menos perdurables. Cualquier construcción ficticia no trasciende su propia ficcionalidad; esta porquería de ensayo de supervivencia no sólo liquida la eventual supervivencia, liquida la vida y cualquier resabio de ser en sí (mí) mismo, es una patética miseria… tarde o temprano tendré que entrar en los abismos y salir de ellos siendo sólo un viejo de mierda con un saco apoliyado y nada más, solo y más solo que un perro sarnoso en el día previo a su defunción. Pero no es ese acaso el destino de todos nosotros, pobrecitos mortales, destino que evitamos sistemáticamente creyendo que hay otros del otro lado que son una mano extendida pero que en realidad son seres tan o más desesperados que nosotros?
No encuentro cobijo más que en el llanto de los que lloran y dolan de la misma manera que yo, quizás con más arte y originalidad pero en esencia de la misma manera. Es complicado seguir adelante cuando hace tiempo en tu camino debería haberse cruzado un final autoimpuesto.
Ok, supongamos que uno crea una ficción de supervivencia relativamente sustentable, en la que el ser se transforma, se trastorna, pero el fondo de un sábado etílico aún permite encontrar espacio para lo realmente esencial. Para qué, cuál es el sentido de todo el delirio ridículo? Para qué hacer toda la pantomima? El fundamento como tal no existe; quizás siendo más lúcido, quizás viviendo a través de un Nietzsche, o mejor de un Hegel, uno hubiese podido tener aspiraciones a superar el ahogo. Pero en estas condiciones cuasi primigenias, qué resto queda? Alguna vez lo escribí y lo repito: peor que ser ignaro y no tener interés en no serlo es ser consciente de tu pobre naturaleza, pretender superarla y darte cuenta de que con los recursos que contás es imposible y no podés más que penar tu angustia y reconocer que nada de lo que puedas hacer te permitirá superarla.
Algún día debería intentar reconciliarme con el que soy, independientemente de figuras externas y títulos. Debería volver a irme al culo del mundo, a la Antártida o similar, con el plato de comida seguro y todo el tiempo del mundo para intentar pensar un rato en paz, sin ruido que permita esquivarle el bulto al asunto.
Aquí no hay decoraciones ni intentos estéticos, patéticos, de ningún tipo. Simplemente me encuentro con el que quiere entender algo pero se da cuenta de que no tiene los medios para entender absolutamente nada y que sabe que tarde o temprano se va a cansar de jugar a vivir una ficción insustentable y que también se va a cansar de intentar entender lo que por derecho natural no tiene permitido comprender.
Lo bueno de estar liberado de la forma es que el contenido no queda contenido a lo que una forma le permite ser. Escribir como se vomita, sin necesidad de crear personajes ni demás excentricidades para decir lo que uno siente o necesita decir es, de alguna manera, una experiencia liberadora atemporal. Supongo que todo lo demás surge por una necesidad narcisista difícil de disimular; esto es un asco, es patético, con lo cual me aseguro que a nadie le va a gustar y, justamente por eso, me permito escribir de la manera más estúpida y asquerosa que quiero o me sale sin ningún tipo de delimitación. No hay forma, no hay canción ni rima ni métrica ni argumento ni tres carajos: este dolor insoportable que me acompaña básicamente desde que tengo uso de razón sólo pide salir por algún lado, y supongo que la mejor manera para darle forma es la manera informe: total, soy un paria, un lamentable despojo de mercenario intelectual que tiene que refugiarse en sus escasos minutos de sinceridad como para poder ser él mismo. Ja, en realidad no hay dibujo ni novela esperándome: lo único que me espera es un vómito irrefrenable, no hay un teorema literario ni una venerable excursión surrealista a los abismos de la locura: hay, únicamente, un vómito an-ideológico, una expulsión repulsiva hija de la antagonía entre mi… coso, y el disfraz, el superviviente.
Prometeo encadenado…? Nah… más bien una especie de Ulises enterrado en un fango mierdoso, cagado por él mismo, una ciénaga chupóptera que no deja ni salir ni respirar, que asfixia incluso hasta la sinacsis más vásica.
Cada vez que mira el humo de una taza de agua caliente se pregunta cuál es la correlación entre esas volutas que se encierran en sí mismas hasta límites infinitesimales y la respuesta a la pregunta. Alguna vez recordó haber ensoñado ser el verdugo de un universo, recuerda el placer de sentir la hoja metálica humeando sangre ajena y el sabor del odio encarnado. Supo qué fue el querer destruirse a sí mismo por no poder tolerar la idea de haber sido el mayor hijo de puta existente. Demasiadas imágenes simultáneas asaltan la vista y nublan la causalidad. Todo se desenvuelve en una simultaneidad en realidad comprensible, en cierto plano, ese en el que el raciocinio habitual es más traba que aliado.

Nuevo Milenio

Escrito a fines del año 2000


duro como un ladrillo tirado en la esquina del corchete que los parió. la letra izquierda del tomate escondido en la comisura de tu inexplicable aturdimiento.

violencia

violencia

violencia

letras estupidas y y y y

un dia desperto caminando en la oscuridad de su sufriente soledad, murió trantando de dar ese salto insaltable hacia el vacío lleno de nada. y cuando se avivó ya se había fumado tres atados.

cuando aprenderás, cariño. las últimas tres palabras que su neurona era capaz de archivar. hacia donde iria ahora, que no tenia nada que hacer ni por que hacer; lo. en el desierto las cosas naranjas no se notan. por la arena, vistes. la mano grasienta que estaba al final de su puño pasó como un relámpago que no se decide a bajar por la sumatoria de sus cabellos con su grasa de vaya a saberse cuántos días más que hacía que se iba que no, el olor rancio era insoportablemente dulce y a pesar de todo lo quería, le gustaba porque era casi lo único que le quedaba de sí. el sol caliente calentaba tanto ya que le daba frío. como no tenía nada más que hacer caminaba hacia algún lugar. que era lo mismo que decir que no caminaba hacia ninguna parte. o que no caminaba. o tal vez era ese viento molesto lo que movía las dunas y el no se movía, o sí también, y todo en conjunto. ya para esta altura el puchito se le apagó y no tenía ganas de encender otro, las arrugas le daban culpa y le impedían prenderlo. el mozo le trajo el café por fin y lo sacó de esa cavilación surrealista y lo trajo a esta otra, donde el faso seguía encendido. la furia no se había ido y volvió ahora en el vapor del café amargo que le traía ese pobre desdichado que tenía casi su misma cara, si no fuera por los años de más. me quedé mirando el café y las formas del humito hasta que se enfrió y me cagó, humo de mierda. el barcito ése de mala muerte al cual había ido a parar cuando hubo pasado la resaca se estaba llenando de personajes a los cuales se había acostumbrado (quién lo hubiese dicho) que llenaban el lugar con esa especie de ronroneo soporífero que suele generarse en los lugares donde la gente gusta apelotonarse y le molestaba la promiscuidad del aire viciado y escupido por la puta que se había cojido hacía un rato. cuando se despertó era de noche y hacía demasiado frío como para poder sentir los miembros y ordenarles que hicieran alguito, aunque más no sea cavar un poco en la arena hasta llegar a una profundidad a la que el frío no hubiese alcanzado todavía. encima la petaca estaba ahí nomás, y la pelotuda de la mano no hacía caso. hubo que despertarse del todo y laburar con los dos brazos adormilados como para parar la botellita y destaparla con los dientes y agarrarla con los dientes y tomar un trago largo que medio se jue por la nariz y lo ahogó y se puteó y se cagó de la risa de lo boludo que lucía. un rato y un par de tragos después su cabeza estaba como sus brazos, así que por simpatía le respondieron y por un rato metió sus uñas en el polvillo arenoso hasta llegar al mismo tiempo que una náusea a una profundidad tal que no quería cavar más. como el café se había enfriado ya lo podía tomar así que se animó a mirar de vuelta ese cúmulo de papeles que se alternaban adelante de su mesa y peleaban por un poco de bola. las putas cuentas impagas fruto de su vocación algo etérea estaban cagando a golpes a todo el mundo, pero las mandó a la mierda en cuanto pudo juntar las ganas de agarrar alguno de los otros. la nota de esa revista era una farsa falaz que no era lo óptimo para un momento como este; sus pelotudeces siempre inconclusas, sean meditaciones metafísicas o meros arranques de poesía o prosa irracional no se animaban siquiera a levantar la voz, de tanto cagazo que tenían a ser bollo. y el resto del laburo había que leerlo, y eso era ya demasiado, así que optó por pedir otro café, esta vez con bastante cognac o alguna de esas cosas que ustedes saben ponerle y que le dan tan rico sabor y hacen tan bellas las cosas.

quién sabe dónde andará a estas horas, perdido quizá en el mundo del rincón más oscuro del costado del suelo, acurrucado contra el frío, adoquines en mano y contándose las puntas de los dedos de los pies con las orejas, para matar el aburrimiento y no pensar en lo helada que se siente el alma cuando se está tirado en un rincón con un sobretodo apoliyado sobre los hombros como único refugio contra esa supuesta realidad que le dicen que es real, pobrecitopobrecitos. el sánguche que le tiró esa vieja antes de venir para el puerto estaba bueno, casi tan bueno como el café que creía haberse tomado, o que a lo mejor tomó algún día, pero que si lo hizo fue hace tanto que la memoria es difusa y ya parece uno de esos recuerdos en los que la mitad se inventa. el olor a mierda del río se mezcla con los residuos de gasoil en el aire y da a esta noche de siluetas de grúas enormes contra reflectores muy potentes una presencia de realidad fantástica, es una forma en realidad disfrazada de defenderse contra la misma grúa y su sombra, su terrible y despampanante sombra que juega con el pobre imbécil, que juega como si recién hubiese empezado, que juega como si quisiera enseñarle que el mundo es de ella y de su voluntad. el silencio no se corta tampoco con el viento, que se calló y gusta callarse sólo por generar clima.

y cuál es la puerta, quién sabe por dónde correr para salir o escapar para dónde quién sabe dónde, por qué, para cuándo y cuándo iremos a parar adonde esperamos ir a parar, o qué haremos una vez que podamos saber que queríamos estar allá alguna vez, aunque sea tan sólo para probar a ver qué se siente.

cuando despertó no sabía si era de madrugada o estaba atardeciendo, pero de todas maneras decidió empezar a caminar y darse cuenta de qué momento era más tarde. cuando se dio cuenta qué momento era estaba ya bastante cerca de la frescura de un par de palmeras, así que siguió caminando aunque sin saber que iba hacia las palmeras pero obviamente con la decisión del encuentro ya tomada. sumergió su cabeza en el agua del oasis y casi se ahoga porque una vez adentro la cabeza ya no quiso quitarla pero un movimiento involuntario lo llevó a estar tirado al costado del agua tosiendo el agua que había entrado en sus pulmones. después de un rato de recuperarse se fue arrastrando hasta bien abajo de una palmera, agarró un par de frutitos que habían caído y los devoró con una avidez que a él mismo sorprendió; luego prendió su anteúltimo cigarro con su último fósforo, sabiendo que era el último que fumaría en su vida.

una vez hubo llegado a su casa, se contentó con charlar con las gentes con las que habitaba acerca de las cosas que tendría que haber hecho y que no hizo aunque dijo haberlas hecho. a pesar de la inanición la cena fue frugal como siempre y cada cual finalizó su día tal cual había empezado y con la (des)esperanza de que empezara de la misma manera.

se miró al espejo; el ataque comenzó desde lo profundo subió rápido rápido y fue a los brazos que se la agarraron con la cara y los ojos, porque los dedos comenzaron a rasgar las mejillas y se metieron en los ojos al mismo tiempo que el grito más aterrador salía con el costado de su garganta y se rompía la frente contra el espejo que acababa de reflejar su cara. pero sus lágrimas y sus hipos no eran ni por el espejo ni por la sangre ni por ni por, el único lugar que podía curar ese dolor era la punta de un revólver o el nudo de una soga o el aire de un balcón.

lunes, 10 de agosto de 2009

Más refritos

Escrito el 3/10/2003 a la noche, tarde. Podría ser un primer o segundo capítulo de algo que alguna vez podría tener terminado... por ahora no sale del 'podría'.


Estiro mi mano y veo dedos, veo que se estiran delante de mis ojos.
Si levanto la vista de ella, que veo? Veo un espacio vacío, veo un cuarto sin cosas, veo las cosas en mi imaginación, sólo en mi imaginación. Un agujero, un hueco inmundo y hediondo.
Es un sueño. Es el color de los sueños, es el silencio de lo muerto.
Alguna vez existió el anhelo de vida. Alguna vez supe lo que era estar vivo. Alguna vez, alguna vez.
Me falta el aire, ahora. Amo, pero no. Sigo hilos inconexos. Sigo hilos que se cortan sin que sepa dónde ni en qué puto momento.
A veces huelo aire. A veces siento esa frescura. A veces veo reflejos, sólo a veces. Pero no los entiendo, no me entienden, y se desentienden. Y temen, por algún motivo que desconozco temen, me temen, me huyen. Y entonces corro detrás suyo, pero ellos tienen piernas más largas y escapan de mis garras, de mi vacío, de mi ansia de reflejo.
Y entonces me quedo con los maniquíes, me quedo con espejos de colores pálidos y ausentes. Me conformo con ellos, pensando (creyendo) que son reflejos veros, reflejos divinos como los que el aire limpio que penetra mi nariz busca, desea, anhela.
¿ansia? ¿deseo de vida ausente?
¿qué es real? Por qué no puedo concretar mi realidad?
Son los pensamientos de un vagante, un fugitivo.
Desterrado, no pertenece a ninguna parte, no a nadie. Todos lo desean (el alguna parte, no a él), todos lo buscan, todos se aferran a sus chops de madera flotante para no hundirse. Yo también quiero hacerlo, pero veo los trozos de madera y no les creo. No busco no hundirme, busco volar, y un trozo de madera no sirve para eso.
¿por qué esos entes me calan tan hondo, sin que pueda hacerles lo mismo? Yo no soy un ser real, no pretendo realidad. Pretendo ser un ser fantástico. Pretendo tener alas, pretendo que esto no es, sino que es una ficción. Pero no puedo salir del espacio plano solo, no de esta manera. No tengo herramientas, soy un pobre inútil sin manos y sin medios. Pero puedo construirlos, puedo ayudarme, puedo dar mis manos. Tengo mis manos, pero no para mí, para otros. Yo no puedo usarlas, las puedo prestar a otros, y de esa manera pueda usarlas.
Levantó la cabeza de la taza y el humo caliente. Todo volvió a tener forma de lo que solía ser. Levantó su cuerpo dolorido de la silla y caminó por el cuarto, con otras gentes y otros humos. Y tiró monedas por el piso, para que otros levanten, no con desdén sino con desaprensión. Salió y el vaho frío le hundió los dientes en las mejillas. No importa, no importa. Lo importante no se va con el aire frío de una mañana, se va por los otros, se va por tu tiempo perdido. Se va por tus deseos de otros, se va en la mano del dedo que te apunta en la nuca. Y es etéreo, no sé qué es. No lo puedo reconocer cuando no lo tengo, no puedo hablar de ello cuando no estoy en sus brazos, y cuando estoy no tiene sentido perder el tiempo tratando de explicarlo pues es inexplicable. Y explicarlo lo aleja. No puedo pretender determinar lo indeterminable. No es caos, no es azar. Es causal, pero no. No es resultado de una opción binaria. Escapa. Es risible, cuando no lo ves. Pero es una fantasía, una utopía, una anhelo ridículo, cuando no lo poseo. Entonces, dio un primer paso. Hacia algún lado, izquierda, derecha, por ahí no tenía demasiada importancia. Son pasos lentos, el tiempo tiene otro sentido ahora. No estoy drogado, pero es como si como. Y escribo su estado porque es el que quiero, el que pretende mi mente, el que pretende mi alma, el estado de todo sin importancia. Su saco raído. Los bolsillos son como de pana, raspa y no abriga un carajo. Hay un paquete de cigarros viejo, pido fuego. Como enfrento a esos otros? Me entienden? Los entiendo? Me necesitan? Los necesito? Eso último, creo que sí, pero no sé de qué manera. Qué puedo dar? Qué doy? Si lo único que define mi ser y que me creo capaz de dar es ésto, qué es lo que estoy dando? Estoy mintiendo, acaso? Miento porque los necesito, porque los necesito porque temo a la soledad y a la muerte? Entonces por eso soy bueno? Yo no soy nada, soy ese tipo perdido que camina con un saco viejo y raído perdido por una calle de una ciudad podrida. No soy un monstruo como los que veo a través de mis ojos de viejo. No soy uno de esos que necesita hacer algo para ser alguien, pero me contagian tanto que a veces creo que no soy ese viejo y que soy uno de esos jóvenes que hacen cosas. Yo no necesito hacer cosas, me basto por mí mismo. Pero alguien me grita adentro que tenés que hacer muchas cosas para ser alguien. Y si lo único que me define es indefinible? Si no puedo definirme lo que me define, más que en ciertas circunstancias en las que tratar de hacer el esfuerzo de hacerlo es perder el tiempo, carece de sentido y de hecho aleja la circunstancia? Cómo hago para asociar lo que soy con lo que debo ser? Cómo hago para ser un viejo vagabundo, sin nada para hacer, y poder hacerlo en paz? No quiero hacer nada bien, ése es el pensamiento liberador. No quiero ni expresarme bien, no quiero tener que hacerlo bien. Quiero convivir con mi saco raído.
Caminaba, entonces. Pero por dónde, ni puta idea. Frío y sol, mis días favoritos. Frío, porque te despeja pero te mete para adentro. Pero el sol, da vida, entonces te saca. Y el aire entra mejor en los pulmones cuando está más frío.
Caminando, llegó a un lugar con agua. Como una playa, pero no una playa. Una calle y todos sus edificios que se acaban de repente frente al agua, pero en la distancia. No me acerco, no puedo acercarme al agua. Igual puede ver por encima, y qué ve? El horizonte, el vacío.
Corre, entonces. Pierde un poco su compostura y corre, sin interés en sus ropas, su cuerpo o los ojos de los entes que ven a un pobre pordiosero correr como un desesperado porque está perdiendo su tiempo, que ya perdió de todas maneras. Corre hacia el horizonte pero no llega, el vagabundo. Pero en realidad no corre hacia el horizonte, no sabe hacia dónde corre. Corre hacia una habitación que vio alguna vez, en la que había una nena llorando en un rincón, que veía los colores de los aromas que amaba, pero que lloraba porque estaba sola en la habitación y se refugiaba en ella, porque estaba cerrada y con una ventana sólo hacia el cielo. Corrió él, llegó a la habitación implantada en medio de la calle, vio la ventana y sintió los colores y el llanto, y golpeó las paredes infranqueables, golpeó entre llantos y se desgarró los dedos hasta ver sus propios huesos tratando de romper los ladrillos, rompió pero siente cómo la habitación sube, cómo se aleja. La pared sigue allí, pero la habitación sube, como si repentinamente el cuarto se transformase en un edificio y arriba de todo la habitación que llega al cielo pero no lo lleva, y se lleva a la nena y la aleja de él, indefectiblemente la aleja, se desentiende (obvio, es una habitación) y la aleja de él, probablemente para siempre.
Se va, entonces. Y ve que hay otras habitaciones, otros edificios, aunque ahora no los puede reconocer, no sabe qué edificios son qué edificios, no sabe qué es una habitación, no sabe nada. No sabe, y ve fantasmas, y teme a los fantasmas. Se vuelve fantasma, se sabe fantasma, y se teme. Vuelve a su café, vuelve a su reducto, vuelve a su nada, a su lugar donde hay entes pero no hay nadie. Vuelve al silencio de la ausencia, vuelve a poner caras y caretas, vuelve a no entender nada de nada, vuelve a un mundo que desconoce, vuelve a un mundo que no es el suyo. Vuelve a tratar de tener que querer hacer que no es el vagabundo que es, y lucha por su vida.
De repente hay un bosque, y ya no es el vagabundo. Es algo, o alguien, y está perdido en el bosque, pero estar perdido no implica estar perdido. No está perdido en el bosque, en el bosque no se está perdido, en el bosque no se está perdido porque no hay direxión, no hay dónde ir, no hay que ir a ningún otro árbol, y no hay tiempo, el tiempo no existe, entonces no hay por qué estar perdido. No sé, yo, quien escribe, qué es el bosque, no lo conozco, quizás lo anhelo. Pero volvamos a nuestro protagonista, que sobre él es el relato, y no sobre mí. Hay hojas, sobre los árboles y sobre el piso. No hay entes, hay verde y sólo verde. Hay almas, también, en alguna parte, aunque ahora no las veo, las intuyo. Las intuye.


miércoles, 29 de julio de 2009

Amén

Una oración, para rezar buenos deseos por la noche a quien cada uno considere apropiado.
Girondo, un amigazo.


Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.
Que cuando quieras decir: “Mi amor”, digas: “Pescado frito”; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni un solo instante, de lamerle la cerradura.