lunes, 5 de noviembre de 2007

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Más ideas sueltas, para retomar la escritura permanentemente inconclusa.
El otro día pensaba en el arcón de infinitos pequeños papelitos de Calvino, en el que ponía todas las pequeñas ideas que anotaba cada vez que viajaba, o tenía un minúsculo rapto de inspiración. Esto debería funcionar de la misma manera, sólo que ahora, como estamos cibernetizados...
Tendré alguna vez mi propia versión de Las Ciudades Invisibles...? No lo creo, pero como puse alguna vez... quizás tenga mis pueblos visibles.

Como sea, ideas. Determinadas conversaciones y agentes con cierta relevancia en mi vida en las últimas semanas han devolvido (ap) ciertas... inquietudes, ciertas preguntas no del todo apagadas a su lugar habitual. Ciertamente estas *xcosas* se conjugan a través de entidades ligeramente intrazables, como los callejones laberínticos de Parque Chas, la mirada rebelde de Capote y las anécdotas Juvenilianescas de un pasado de estudiante de ciencias aislado en un seminario del Opus. Sin obviar, por supuesto, la expansión de la naturaleza de PQ por sus alrededores Urquicescos, que transforma la avenida Monroe en una cinta de Möbius sin que medie aviso.
Es interesante cómo encuentro un hilo lógico, evidente en la interacción entre todas estas entidades; interesante cómo una sirena devenida primer motor (móvil, embriagante) decide, en profundidades insondables, aprovechar el advenimiento de cada segundo equinoccio para transformar la topología de mis días. Transito por territorios desconocidos, por más que conozco de memoria la sombra de mis pasos. Algo que desconozco elige arbitrariamente imponer ante mí determinadas presencias ineludibles que, cual si buscasen forzar la metáfora relativista, logran trastornar, deformar, atraer, modificar de manera irrevocable la topología de determinados atardeceres.

Otro elemento que aparece de manera recursiva es el tablero de ajedrez. Obvio, al lado se me apareció un pentagrama y, justito después, Kepler haciendo música con sus putos sólidos perfectos... Ya, ahí tengo elementos como para otro delirio más. El tema es encontrar quién es la excusa como para que esos elementos se desarrollen de la manera apropiada. Pero no hay problema, ya los encontraré.

Volviendo a PQ, la hipótesis de trabajo es que ese engendro barrial no está allí como mera consecuencia de lo casual; sus calles tienen un mensaje, pero nadie se dio cuenta todavía (o los que se dieron cuenta están six feet under). De todas maneras todavía no termino de decidirme si tiene sentido hacer una versión local del código Da Vinci / péndulo (ja, pretencioso...? naaaa...), o si sería mejor algo en joda. Obvio tienta más la primera, aunque no sé. Como sea, repentinamente resurgió el relato del aspirante a numerario que psicopatea denunciando pequeñas faltas en la soledad de una habitación en el retiro, al lado del asfixiante informe sobre ciegos: no puedo siquiera pensar en confabulaciones (menos publicarlas, Vive Dios) sin que alguno de los agentes lo sepa. Luego, no se lo piensa.
Pendientes para cerrar esto: tiempo! lecturas! conocimiento! aaaaaaaaaa!!!! como todas mis putas ideas, a la espera siempre de un estiletazo certero que decida su destino.

Lamentablemente cualquier finalización adolece del problema de serlo. No hay forma de cerrar un tanguete sin que el chan chan sea al mismo tiempo previsible y discordante con el resto. Como el inicio, bah; pasa que una vez que largaste ya estás en el baile y enseguida te lo olvidás. El final es inolvidable porque después no queda nada...

Pero a lo que iba

es a que nunca puedo cerrar las ideas. Quizás me termino enamorando de ellas, quizás lo que ocurre (y creo que es la razón principal) es que debe existir (en el sentido de 'it must exist') una razón para el fin, sino es simplemente un dejar de decir cosas porque se agotaron, o porque no tengo más ganas de decirlas, o porque es canónico que todo termine, incluso un relato. Quizás concibo un relato más como una ecuación, como una demostración, más que cualquier otra cosa: una demostración, por medio de una lógica no necesariamente racional (@all!), aristotélica o bla, de algo que no puedo concebir fuera de ella misma. Demostración de...? Ah, caray, qué buena pregunta. No creo que fabular acerca de delirios místicos o ficticios sea una manera de demostrar la existencia, pero creo que pinta más para el lado de lograr crear una metarealidad, que en definitiva es lo que termina haciendo uno como científico/pensador cada vez que decide intentar explicar un minúsculo aspecto de la realidad que percibe: cada vez que descubro o comprendo una idea que pretende explicar 'algo', me creo (en ambos sentidos, to create and to believe) un cuentito chino, más o menos tragable, acerca de cómo son las cosas. Ok, me creo algo que luce bello, cerrado y coherente. Los mismos atributos que busco para cualquier relato que intente cerrar. Y esta historia del relato vale no sólo para estos dos ítems que acabo de mencionar: vale también para mi delirio inacabable acerca del sentido de un trazo con el pincel, y valdría también para cualquier instancia creativa que pudiese ocurrírseme.

De todas maneras ha de haber una conclusión en un relato, y esa conclusión debería estar dada como consecuencia inevitable de cualquier (o sea todo) elemento previamente delineado. Supongo que lo que me hace ruido es el pensar en ese delineamiento apriorístico: dado que no sólo no conozco lo que quiero decir ni cuál es su lógica, es una contradicción de principios el pretender conocerla... por otro lado, siempre sentí que cuando puedo explicarme las cosas se tornan ligeramente triviales, y por lo tanto dejan de tener interés/comienzan a aburrirme. Entonces, para que un relato de cualquier tipo tenga el interés que deseo que tenga, debe contener claramente una importante componente que no me sea comprensible. Pero si no me es comprensible entonces no puedo establecer ni cuál es su lógica ni, obviamente, cómo se delinean los elementos que componen dicho relato. Es menester, entonces, contar con otro elemento de algún tipo que sea el que en definitiva termine teniendo la responsabilidad de estructurar el relato. Ese elemento, supongo, ha de tener algo que ver con la intuición, pero agregarla en este contexto es más o menos lo mismo que haber mencionado a Dios, o a decir la palabra hcqbibQAxaskln: un signo, cuyo contenido en realidad sólo viene a cumplir el rol de ser quien oculta un significado que me es esquivo.
Entonces lo único que hice fue correr la pregunta, crearme otro elemento conceptual para en definitiva no resolver nada. Palabras más, palabras menos, la misma pregunta que rompe los cuernos desde los quince... de dónde sale eso que no puedo explicar pero que, en definitiva, es quien está encargado de resolver lo que mi presencia consciente no puede ni desea? Eso, es parte de mí, está aquí en alguna parte, pero por motivos no del todo claros me resulta completamente inaccesible, al menos con esta mirada.

Amo la asociación libre.

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